Queridos Reyes Magos:
Este 6 de enero no quiero pedirles nada para mí, puede que sea la última carta que les escriba, pues si son capaces de traer lo que les pido ya no harán falta más cartas, esta carta valdría por todos los años que vengan. Además dentro de poco dejaré de ser niño y aunque no los olvidare sé que deben cumplir con encargos de otros niños. Así que, por si acaso, me despido antes de empezar y doy las gracias por adelantado.
He visto que aunque algunos niños se porten bien siempre les traen algo aun cuando ni siquiera lo han pedido y otros que se portan bien reciben muy poco pero en fin creo que por algo ha de ser eso ya que ustedes saben más y ven todo lo que hacen los niños. Hoy quiero pedir por ellos por cada persona que vive en este mundo y que no puede escribirles.
Creo que ya eh escuchado suficiente sus quejas, esperan que alguien los ayude y tienen miedo constante al futuro. Yo no quiero hacer mal así que si a alguien no le gusta lo que les pido simplemente devuélvanlo.
El mundo gira por amor, todos hablan de él, todos viven por él y hay veces que mueren por él. Entonces lo primero que les pido es amor, para todos sin excepción. Quiero que todos tengan a alguien con quien compartir su vida, aunque no sea una novia o novio si no, un amigo, una madre, un padre o una abuela. Y hablando de abuelos… Quiero pedirles también que si a mi abuela, que ahora también vive en mi casa, hagan lo posible porque le duela menos la espalda y recupere su sentido del humor y sus ganas de vivir, aunque sea poco a poco, y quiera vivir un día más cada día. Desde que se murió mi abuelo está muy triste. Y aunque sé que no puedes hacer que mi abuelo resucite, porque es un deseo imposible, sí pido que al menos ella guarde los recuerdos más bonitos con él para alegrarse los días.
No pido que los desconocidos se quieran, eso es una tontería, pido que todos los hombres sean capaces de conocerse algún día y llegar a no hacerse daño, sin importar sus diferencias, al contrario, que sean las diferencias lo que les permita reconocerse y apreciarse, como cuando voy a casa de un amigo y sé que es diferente y es igual al mismo tiempo.
Los papas en mi barrio andan muy nerviosos, muchos de ellos han perdido su trabajo y sin trabajo no hay dinero que llevar a casa, y sin dinero no pueden comprar comida, ni pagar las facturas y entonces en las casas se oyen gritos. Así que otra de las cosas que les pido es que todas las personas que lo busquen y lo necesiten encuentren su trabajo, y así puedan tener dinero, y puedan comer y pagar sus facturas y discutan menos.
Todos los días me pregunto por qué si sobran tantas cosas, si se dejan a oscuras sin utilizar y si otros no tienen ni siquiera con qué cubrir su cuerpo, por qué no se les ayuda, por qué si se rompe una farola de la calle enseguida aparecen hombres con uniforme para arreglarla, y si va un pobre descalzo y pasa frío en la puerta de una tienda, nadie le ayuda. ¿No es más importante un hombre o una mujer que pasa frío que una farola?
No les culpo, supongo que no han podido hacer nada porque nadie se los ha pedido antes. Sólo les pido que regalen lo que sobra en las tiendas, lo que nadie utiliza y se queda a oscuras al terminar el día, dénselo a quien realmente lo necesite a aquellos hombres pobres.
¿Quién piensa en esas personas? ¿Quién se preocupa por ellos? ¿Dónde están sus familias?
Hago demasiadas preguntas, me gustaría pedir que todos los que vivimos y pasamos cerca de ellos supiéramos ayudarles, mi padre dice que a veces ellos mismos no quieren la ayuda que se les da, yo creo que somos nosotros los que no sabemos dársela, los vemos de pasada cuando vamos de camino a otro lado.
Yo mismo estoy pidiendo cosas para ellos sin preguntarles, me da un poco de vergüenza y además quiero que sea un secreto. Sé que les he dicho que no iba a pedir nada pero: ¿Pueden traerme valor para hablar con ellos? Hay muchas cosas que me dan miedo y necesito valor para enfrentarlas.
Yo me siento mejor cuando me quieren, cuando me abrazan, cuando puedo estar tranquilo y sin tener que pedirlo puedo hacer lo que quiera a solas o acompañado por alguien, sin molestar…les pido entonces una última cosa, que todas las personas en el mundo logren sentirse queridas por aquellas personas que conocen, sin importar lo que hayan hecho bien o mal antes, que sientan que no están solos y se les comprende.
Lo dejo en sus manos, queridos Reyes Magos. Ya saben soy Raúl
El niño arrancó las hojas, las dobló con cuidado y las metió en el bolsillo de su chamarra, junto con la pluma con la que había escrito. Antes de salir a la calle, vio que su abuela dormía sentada en el sillón, y su madre estaba viendo la tele.
– Ahora vengo.
– ¿Dónde vas tú a estas horas?– dijo la mama de Raúl al verlo con su suéter.
– Tengo que comprar un sobre, es muy importante.
– ¿Tienes dinero? ¿Un sobre? ¿Por qué con tanta prisa?
– Ya lo sabrás, sí que tengo dinero, me queda un peso que me dio la abuela. ¿Cuánto cuesta un sobre?
– Con eso te alcanza. ¿Pero si vas a mandar una carta?, necesitarás sellos…
– Para esta carta no hacen falta sellos.
– Bueno, no tardes mucho, estarán a punto de cerrar y con la que ha caído no creo que hayan tenido mucho trabajo hoy, son casi las ocho.
– ok, hasta luego.
Fue a la papelería que estaba cerca de su casa y compro el sobre donde guardo la carta. Apoyándose contra una pared de la calle escribió en el sobre: A los Reyes Magos. Y en el remite: De parte de todos los que no les escriben nunca. Así no podrían equivocarse los reyes, además el sobre ayudaba, no era un sobre de color blanco normal como casi todos los sobres, era un sobre de color azul. Antes de arrojarlo al buzón de correos que había en su calle, apretó la carta contra su pecho, como si con aquel acto pudiese guardar los sentimientos.
Al hacerlo, se le ocurrió que era mejor idea que alguien que no fuese él echase la carta allí dentro, así él no la habría mandado después de todo, para que así se cumpliese el “de todos los que nunca les escriben”. ¿Pero a quién darle la carta? No había casi nadie por la calle a aquellas horas.
Yo estacione mi coche, pensando en cualquier cosa sin importancia, cuando Raúl se me acercó con el sobre azul en la mano.
– ¿Ha escrito alguna vez a los Reyes Magos? -Me pregunto ¿Puede tirar este sobre dentro de este buzón, por favor? Yo no puedo hacerlo, esta carta no es de mi parte.
–Por supuesto que puedo–dije ante las raras preguntas, lo extraño de la situación y la preocupación del niño en su mirada.
–Muchísimas gracias, tome–dijo Raúl como una persona a la que se le hubiera resuelto de repente y por arte de magia un imposible.
Y allí me dejó a solas en mitad de la calle, con un sobre azul que ponía A los Reyes Magos y en el remitente De parte de todos los que no les escriben nunca, sin decirme una sola palabra más, lo perdí de vista corriendo a saltos calle arriba, con prisa, con una invisible alegría.